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sábado, 10 de octubre de 2015

No es lo mismo ser bilingüe que ser bilingüe




No es lo mismo ser bilingüe que ser bilingüe 
 Yásnaya Aguilar

He escuchado a varias personas decir que no quieren aprender inglés porque se trata de la lengua de un imperio capitalista. Odiar a las lenguas en sí mismas va en contra de la idea de que a través del entendimiento entre lenguas es posible construir puentes de entendimiento que puedan en algún momento contribuir a la creación de un mundo menos violento. El inglés es también la lengua de muchos pueblos y personas que luchan cotidianamente contra la violencia y contra los efectos de un sistema económico e ideológico que produce estragos en la vida de muchos pueblos y personas. Los sistemas lingüísticos, abstractos y cambiantes, no son los culpables y pueden ser medios que contribuyan a diálogos necesarios. Aprender la lengua de muchos otros es la mejor manera de evidenciar la voluntad de entendimiento.
Si bien esto es cierto, no podemos tampoco obviar el hecho que entre las comunidades de hablantes de las distintas lenguas del mundo median relaciones de poder con orígenes históricos. Por un lado existen lenguas que son legitimadas por Estados-nación y otras lenguas que son o han sido ignoradas, incluso combatidas para ser exterminadas como política pública.
En mi infancia en la sierra norte de Oaxaca, la palabra “bilingüe” significaba para mí mixe-español y se usaba en ciertos contextos con conotación despectiva, los profesores en aquella época recibían menor salario si impartían clase en una escuela del sistema bilingüe y en general estas escuelas eran consideradas como de menor calidad. A estas escuelas se oponían las del sistema “formal”, escuelas en las que se enseñaba solo español, donde los profesores tenían mejores salarios y más prestigio. En uno de mis primeros viajes a la Ciudad de México, me di cuenta a través de carteles y anuncios que la palabra “bilingüe” tenía una conotación positiva y deseable, no se trataba de un bilingüismo náhuatl-español, como creí en un principio, sino de un bilingüismo inglés-español: existían escuelas bilingües, se solicitaban secretarias bilingües y la palabra en general estaba rodeada de un aura de prestigio. Me di cuenta entonces que, aunque cognitivamente sean igual de valiosos, no es lo mismo ser bilingüe que ser bilingüe.
Hace unas semanas, Aurelio Nuño, el secretario de Educación, anunció un programa mediante el cual se pretende cumplir el objetivo de convertir a México en un país bilingüe en unos 20 años. El anuncio de un México bilingüe me tomó completamente por sopresa, en primer lugar porque en los discursos oficiales casi siempre se habla de México como un país multilingüe, como uno de los países con mayor número de lenguas en el mundo y que pertenecen a doce familias lingüísticas distintas entre sí. ¿Si México es un país multilingüe entonces por qué la pretensión expresa de convertirlo en un país bilingüe?
Obviamente se trataba de nuevo de ese bilingüismo privilegiado socialmente: el bilingüismo inglés-español. No se habló de los numerosos hablantes de lenguas indígenas que somos ya bilingües ni de un programa en el que los hablantes monolingües del español puedan conocer y aprender de las distintas lenguas nacionales. Se asumió que el México bilingüe del que habló el secretario Aurelio Nuño es el del inglés-español.
Por otra parte, sabemos que México es un país multilingüe pero sus habitantes no lo son, la discriminación histórica hacia las lenguas indígenas ha impedido la construcción de sociedades multilingües y ha privilegiado la creación paulatina de sociedades monolingües en español. La enseñanza del inglés me parece un objetivo noble, sin embargo parece plantearse desligado de una política lingüística integral que contemple todas las lenguas del país. No podría decirse entonces que el objetivo es construir un México bilingüe sino un México multilingüe.
Hay que considerar también que hasta ahora la enseñanza del inglés tiene implicaciones clasistas. Mientras que en otros países se asegura el aprendizaje de esta lengua después de ciertos años en el sistema educativo, en México se invierten años en clases de inglés con casi nulos resultados. Muchas personas tienen que aprender inglés pagando escuelas privadas.
Mientras el Estado mexicano sigue desatendiendo un país plurilingüe, pretende construir un México bilingüe. El diseño de las políticas lingüisticas tiene que ser integral y deben considerarse todas las lenguas involucradas en diferentes pueblos, regiones y situaciones. Observando los usos y costumbres lingüicidas de las políticas públicas pareciera que, por un lado, se pretende terminar con las lenguas indígenas creando sociedades monolingües a las que después se les pretende aplicar un proceso para convertirlas en bilingües inglés-español, porque, como ya se ha visto, en este país no es lo mismo ser bilingüe que ser bilingüe.

viernes, 9 de octubre de 2015

Sócrates jubilado

El cerebro se activa sin instrucciones de uso, pero la filosofía le aporta sentido crítico
Por: JUAN VILLORO

Hace unas semanas tuve un encuentro que las circunstancias volvieron prodigioso. En un kiosco de la Ciudad de México encontré el primer libro de una serie titulada Grandes Pensadores. Por un precio irrisorio compré una antología de Platón de 800 páginas, editada por Gredos, con comentarios autorizados y un espléndido aparato de notas. Me sentí afortunado, pero no sabía en qué grado lo era.

Para conseguir el siguiente tomo, dedicado a Nietzsche, tuve que recorrer más de veinte puestos. En uno de ellos, un estoico me dijo: “Ni lo intente, joven, la filosofía es demasiado popular”. Finalmente di con un vendedor que tenía reservado a Nietzsche para otro cliente. En vez de especular con mi deseo, el hombre habló como si hubiera leído toda la serie de Grandes Pensadores: “Otra persona lo reservó para este martes, ya estamos a jueves y usted parece más necesitado”.

Fue mi último triunfo. El tercer tomo no llegó a mis manos. En un puesto de la calle Donceles, que tiene la mayor concentración de librerías de viejo del país, un dependiente me dijo: “Los libros de pensadores rebasaron todas las expectativas de venta; los van a volver a lanzar en 2016, pero en grande”.

México tiene uno de los comercios callejeros más activos del mundo; sin embargo, nunca pensé que la filosofía formara parte de su oferta. Soy hijo de un filósofo y de niño pasé trabajos para entender a qué se dedicaba. “La filosofía busca el sentido de la vida”, me dijo cuando yo tenía seis años. Los padres de mis amigos tenían profesiones comprensibles: médicos, abogados, vendedores de alfombras. “¿A qué se dedica tu papá?”, me preguntaban. El vértigo llegaba con la respuesta: “Busca el sentido de la vida”. La frase sugería que mi padre se la pasaba en las cantinas, indagando los misterios del tequila y los mariachis.

Japón propone un severo recorte para las humanidades y España elimina la enseñanza obligatoria de filosofía

La utilidad de la filosofía siempre ha estado en disputa. Cuando Sócrates bebió la cicuta, Grecia aceptó deshacerse de una de sus mejores mentes. Nuestra época no pretende matar a Sócrates sino jubilarlo. Japón acaba de proponer un severo recorte para las carreras de humanidades y España se ha sumado al pragmatismo que elimina la enseñanza obligatoria de filosofía y valores éticos en secundaria y bachillerato.

Este empobrecimiento sólo se entiende si quienes toman la medida ya pasaron por él. El cerebro se activa sin instrucciones de uso, pero la filosofía le aporta sentido crítico.

En su más reciente novela, Sumisión, Michel Houellebecq, plantea una sugerente hipótesis: ¿qué pasaría si un partido islámico ganara las elecciones en Francia? Aliados con los socialistas, los islamistas crean un frente político. Su única exigencia es hacerse cargo de la educación. Los socialistas ceden de buena gana, interesados en controlar Hacienda, Defensa y Asuntos Exteriores. El resultado es una transformación total de las costumbres. El país de la Enciclopedia se entrega al sometimiento.

Después de los asesinatos en la revista Charlie Hebdo, el Tratado sobre la tolerancia de Voltaire se convirtió en un best seller. Ante la sinrazón, la filosofía se vuelve urgente. Fernando Savater estaba en Londres cuando el ayatolá Jomeini lanzó la fatwa contra Salman Rushdie. En la plaza de Trafalgar presenció una manifestación donde una pancarta decía: “¡Avísenle a Voltaire!” Las ideas brindan últimos consuelos y primeros auxilios.

No es por presumir, pero los mexicanos somos raros. Mientras la “racionalización” de la enseñanza elimina el pensamiento libre en diversas partes del mundo, los libros de metafísica se buscan como versiones encuadernadas del Santo Grial en la Ciudad de México.

Sócrates continúa su labor peripatética en calles que desafían el sentido de la orientación y donde la filosofía es un remedio.

Avísenle a Voltaire.

Juan Villoro es escritor. (El País).

jueves, 8 de octubre de 2015

La bielorrusa Svetlana Alexiévich, premio Nobel de Literatura
Escritora y periodista, ha sido elegida por la Academia Sueca
Por: PILAR BONET


La escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, de 67 años, es la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015. El dictamen de la Academia sueca destaca "sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo". Escritora y periodista, ha retratado en lengua rusa la realidad y el drama de gran parte de la población de la antigua URSS, así como de los sufrimientos de Chernóbil, la guerra de Afganistán y los conflictos del presente. Es muy crítica con el Gobierno bielorruso. "Respeto el mundo ruso de la literatura y la ciencia, pero no el mundo ruso de Stalin y Putin", ha dicho la autora en una rueda de prensa en Minsk, tras el anuncio del galardón.

Nacida en Ucrania, hija de un militar soviético, de origen bielorruso. Cuando su padre se retiró del Ejército, la familia se estableció en Bielorrusia y allí ella estudió periodismo en la Universidad de Minsk y trabajó en distintos medios de comunicación. Se dio a conocer con La guerra no tiene rostro de mujer, una obra que finalizó en 1983 pero que, por cuestionar clichés sobre el heroísmo soviético y por su crudeza, solo llegó a ser publicada dos años más tarde gracias al proceso de reformas conocido por la perestroika. El estreno de la versión teatral de aquella crónica descarnada en el teatro de la  Taganka de Moscú, en 1985, marcó un hito en la apertura iniciada por el dirigente soviético Mijaíl Gorbachov.

 Muy influida por el escritor Alés Adamóvich, al que considera su maestro, Alexiévich aborda sus temas con técnica de montaje documental. Su especialidad es dejar fluir las voces -monólogos y corales- en torno a las experiencias del "hombre rojo" o el "homo sovieticus" y también postsoviético. La obra de Alexiévich gira en torno a la Unión Soviética para descomponer este concepto en destinos individuales y compartidos y, sobre todo, en tragedias concretas. Alexiévich  se mueve en el terreno del drama, explora las más terribles y desoladas vivencias y se asoma una y otra vez a la muerte. En 1989 publicó Tsinkovye Málchiki (Los chicos de cinc) sobre la experiencia de la guerra en Afganistán. Para escribirlo se recorrió el país entrevistando a madres de soldados que perecieron en la contienda. En 1993, publicó Zacharovannye Smertiu (Cautivados por la muerte) sobre los suicidios de quienes no habían podido sobrevivir al fin de la idea socialista. En 1997, le tocó el turno a la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil en Voces de Chernóbil, publicado en castellano en 2006 por Editorial Siglo XXI, que reeditó el año pasado Penguin Random House.

El año pasado lanzó El tiempo de segunda mano. El final del hombre rojo, publicado en alemán y en ruso. En este nuevo documento, Alexiévich se propone "escuchar honestamente a todos los participantes del drama socialista", dice el prólogo. Afirma la escritora que el "homo sovieticus" sigue todavía vivo, y no es solo ruso, sino también bielorruso, turcomano, ucraniano, kazajo... "Ahora vivimos en distintos Estados, hablamos en distintas lenguas, pero somos inconfundibles, nos reconocen en seguida. Todos nosotros somos hijos del socialismo", afirma, refiriéndose a quienes son sus "vecinos por la memoria". "El mundo ha cambiado completamente y no estábamos verdaderamente preparados", dijo en una reciente entrevista a Le Monde. Atrapada aún en el espacio soviético, Alexiévich indaga con angustia y sufrimiento sobre el fin de una cultura, una civilización, unos mitos y unas esperanzas.
  

Acumula tercer juicio Gordillo

Por: Verónica Garduño 

Rosa Montaño Martínez, jueza Séptimo de Distrito, inició otro juicio contra Elba Esther Gordillo, por defraudación fiscal. Con lo que ya son tres los procesos que acumula la ex dirigente magisterial.

Montaño consideró que la Procuraduría General de la República (PGR) aportó las pruebas necesarias para abrir un nuevo proceso penal como “probable responsable de defraudación fiscal por un monto de cuatro millones 394 mil 682 pesos”.

Las autoridades detectaron irregularidades en la Declaración Anual Normal del Impuesto Sobre la Renta de Gordillo, durante el Ejercicio Fiscal 2009, pues reportó ingresos acumulables menores a los realmente obtenidos o determinados conforme a la legislación vigente al momento de la comisión del delito.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Así será la escuela en 2030
OLGA R. SANMARTIN Madrid

Los sistemas educativos de todo el mundo sufrirán grandes modificaciones de aquí a 2030 propiciados por la revolución tecnológica. En los próximos 15 años, internet va a convertir los colegios en «entornos interactivos» que pondrán patas arriba las formas tradicionales de aprendizaje y cambiarán la manera de ser de docentes, padres y estudiantes. En la escuela del futuro, las clases magistrales desaparecerán y el profesor ya no ejercerá sólo como transmisor de conocimientos, sino que tendrá como principal misión guiar al alumno a través de su propio proceso de aprendizaje. El currículo estará personalizado a la medida de las necesidades de cada estudiante y se valorarán las habilidades personales y prácticas más que los contenidos académicos. Internet será la principal fuente del saber, incluso más que el colegio, y el inglés se consolidará como la lengua global de la enseñanza. La educación será más cara y durará toda la vida. A estas conclusiones han llegado los 645 expertos internacionales entrevistados para una encuesta, a la que ha tenido acceso EL MUNDO, que define cómo será la escuela en 2030. El informe ha sido realizado por la Cumbre Mundial para la Innovación en Educación (Wise, en inglés), un think tank formado por 15.000 sabios y promovido por la Fundación Qatar que del 4 al 6 de noviembre se reunirá en Doha para debatir algunas de estas cuestiones.El trabajo -en el que han participado, entre otros, el lingüista Noam Chomsky, la ex primer ministra australiana Julia Gillard o el profesor Sugata Mitra- señala que «las escuelas se convertirán en redes» donde los alumnos interactuarán entre ellos y con el profesor de forma que se produzca un «aprendizaje colaborativo». Este periódico ha preguntado a varios expertos españoles sobre las cuestiones que aborda el estudio, adaptadas a la realidad de nuestro país, así como otras transformaciones en los horarios, las relaciones entre los alumnos, la jerarquía del profesor, las nuevas asignaturas, los deberes o el diseño del aula:

LOS PROFESORES
Siete de cada 10 entrevistados piensan que el rol de los docentes será guiar al estudiante por su propia vía de conocimiento. Serán facilitadores y orientadores, más que transmisores del saber. Hasta hace muy poco, eran la única fuente de información disponible, pero internet lo ha acaparado todo y los alumnos pueden encontrar en la Red buena parte de lo que se explica en clase. De hecho, el 43% de los sondeados sostiene que los contenidos online serán la principal fuente de conocimiento en 2030, incluso por encima del colegio (29%), del entorno del alumnado (13%) o de las instituciones culturales (3%). «El papel de los profesores va a ser aún más relevante. Van a tener que mostrar a los alumnos que hay que ser críticos con la información, que no todo lo que encuentran en internet es correcto, que deben seleccionar y acudir a las fuentes más fiables», dice Ismael Sanz, director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, dependiente del Ministerio de Educación.Sanz cree que se consolidarán metodologías como el flipped classroom, que consiste en que los chicos preparan por su cuenta las clases y hacen una exposición en el aula, mientras el profesor realiza una labor de acompañamiento. «Este sistema permitirá que una parte del trabajo se haga en casa y que cada alumno siga su ritmo». «La clase magistral parece obsoleta. No tiene sentido contar un rollo a 250 estudiantes que no pueden intervenir si se les puede dar algo grabado. Pero, por otro lado, mucho de esto se podía hacer ya y no ha pasado. Quizá hay algo que no entendemos bien», reflexiona Antonio Cabrales, catedrático de Economía de la University College London y miembro de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea).

LOS ALUMNOS
El perfil del estudiante cambiará en los próximos tres lustros. Será «un alumno con muchas más posibilidades de acceso a fuentes de conocimiento, con una mentalidad más universal y menos localista, protagonista indiscutible de su aprendizaje, un ciudadano global que busca a través del aprendizaje un modo de responder a alguna necesidad del entorno», según lo define Núria Miró, directora del colegio Montserrat de Barcelona y una de los 15.000 expertos que forman parte de Wise. El 83% de los consultados cree que el currículo tendrá más contenidos personalizados a la medida de cada alumno. Esto tendrá consecuencias en la relación jerárquica con el profesor. «Se desdibuja claramente la línea que separa quiénes son los que enseñan y quiénes son los que aprenden», sostiene Miró. César García, profesor de la Universidad Pública del Estado de Washington, añade que los estudiantes van a ser «más exigentes» en cuanto a sus expectativas educativas. «El alumno se convierte en cliente: invierte un dinero y espera un retorno. Los profesores van a tener que explicar mucho mejor cómo ponen las notas». ¿Cambiarán también los horarios? Los expertos españoles coinciden en que la frontera entre el colegio y el hogar se desdibujará y el aprendizaje no se restringirá a unas horas y a unos lugares concretos. «El email y otras herramientas de comunicación se están extendiendo mucho. Ahora los profesores ya tenemos muchas conversaciones con los alumnos a las 20.00 horas. Esto de que haya clase de 10.00 a 11.50 horas no sé si seguirá», indica García. «Veo más cursos online, y a deshoras. Más estudiantes van a tener que trabajar y no van a poder ir al horario convencional. Veremos escuelas que den clases en verano y los fines de semana».¿Habrá deberes? «En algún sentido, si hay un cambio, será a que casi todo sean deberes», responde Cabrales. El horario será más libre y habrá más tarea individual. «Más que deberes, hay que suscitar en los alumnos la necesidad de seguir buscando documentación, de informarse, de compartir conocimientos y de despertarles el gusto por la investigación», añade Miró. Todo esto afectará, sin lugar a dudas, a las relaciones personales entre los alumnos. En opinión de García, «el concepto de pandilla se ha terminado y los niños son ahora más solitarios que antes». «Hace 20 años, los críos pasaban más tiempo en la calle, sin demasiada supervisión. Ahora su vida social es más limitada, están más en casa, conectados online, y tienen agenda. Sus padres les llevan a las 17.00 horas a Ajedrez, a las 18.00 a Inglés... Por eso creo que las relaciones sociales se van a cotizar al alza en la escuela del futuro».

EL CURRÍCULO
El 76% de los encuestados cree que las habilidades personales o prácticas serán más valoradas que los conocimientos académicos. Las llamadas soft skills -como la capacidad de hablar en público, de trabajar en equipo, de adaptarse a los imprevistos...- son cada vez más importantes en el entorno profesional, pero los expertos españoles coinciden en que, por si solas, no suplen una buena preparación académica. «Aprender a aprender está bien, pero primero hay que saber de Matemáticas, Ciencias o Historia. Lo que nos sirve es el conocimiento, porque no se aprende fuera de él», indica Carmen Rodríguez, profesora de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga. «Se dice que ésta es la generación mejor preparada, pero los universitarios españoles no saben lo que es el Barroco y nunca han leído a Cervantes. Si lo que pretendemos es formar tecnócratas, primarán las habilidades y los conocimientos quedarán reducidos», afirma Felipe de Vicente, presidente de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto (Ancaba). Francisco López Rupérez, presidente del Consejo Escolar del Estado, cree, en este sentido, que, a la hora de evaluar, y aunque en el ámbito laboral las certificaciones profesionales adquieran cada vez más valor, «éstas no sustituirán a los títulos académicos, particularmente a los emitidos por instituciones universitarias de prestigio».

EL APRENDIZAJE
El 90% de los encuestados cree que, en este nuevo escenario, el aprendizaje se desarrollará a lo largo de toda la vida del alumno y que no se limitará sólo a la etapa de formación obligatoria (entre los seis y los 16 años) y a la universidad. Esto no significa que la educación vaya a ser gratis. Al revés: el 70% piensa que la Administración pública va a dejar de ser la principal fuente de financiación. Aquí los expertos discrepan con la encuesta y recuerdan que España está ya por encima de la media de la OCDE en el porcentaje de educación privada. «La educación pública tiene un papel clave en la igualdad de oportunidades. No entiendo que vaya a desaparecer en ningún caso», señala Ismael Sanz.

Salas diáfanas con enchufes
La encuesta de Wise no pregunta por ello, pero el diseño de las aulas va a cambiar mucho en los próximos años, según coinciden los expertos españoles consultados. «La arquitectura también educa», recuerda Núria Miró, directora del colegio Montserrat de Barcelona, uno de los primeros en España en poner aulas diáfanas rodeadas de pequeños despachos que los alumnos ocupan para trabajar en pequeños grupos. Las mesas y las sillas tienen ruedas para llevarlas de un lado a otro. César García, profesor de la Universidad Pública del Estado de Washington, apunta que «ya no tiene sentido que haya una sala de informática con ordenadores, sino habilitar un espacio cómodo con muchos enchufes para cargar las tabletas y poner un buen wifi». Todo apunta a que buena parte del trabajo se desarrollará entre el alumno e internet y, en este sentido, las grandes bases de datos -el llamado Big Data- serán unas herramientas «muy útiles» para los estudiantes, según opina la mayoría de los consultados para la encuesta Wise. Eso sí, «se hace imprescindible que las nuevas generaciones aprendan en las aulas a saber interpretar y manipular los datos», recuerda Miró. ¿Las ventajas? «Desarrollar el pensamiento computacional y enseñar programación puede hacerse en el proceso de trabajo de un proyecto en el que, a la vez, se esté aprendiendo Literatura, Historia o Química». Algunos de los expertos españoles auguran que llegarán nuevas asignaturas para entender todo esto, al estilo de la de Programación y Diseño de webs que ha implantado este curso la Comunidad de Madrid. El 46% de los encuestados cree que habrá un idioma global para la educación -el Inglés-, frente al 35% que opina que seguirá la lengua vernácula o nacional y el 19% que augura que los alumnos aprenderán en su lengua regional. Francisco López Rupérez, presidente del Consejo Escolar del Estado, sostiene que la lengua materna «seguirá desempeñando un papel relevante como vehículo de aprendizaje; eso sí, en un contexto escolar cada vez más multilingüe, en el que se consolidará el inglés como nueva lingua franca». «Dudo mucho de que se generalice», objeta Antonio Cabrales, de Fedea, «habrá posiblemente una élite mundial que tendrá un conocimiento del inglés suficiente, pero para una familia de un nivel educativo no muy alto esto tiene costes». «En España, con las barreras que hay en la contratación, ¿cómo vamos a atraer docentes que puedan impartir todas las clases en inglés?», se pregunta César García.